En este artículo se busca abordar de manera sencilla y panorámica el complejo devenir de la música contemporánea en el Perú desde inicios del siglo XX, se plantea un recuento de sus principales representantes, obras y legados, vinculando este desarrollo a los acontecimientos sociales, políticos y estéticos de los diferentes periodos que tuvieron una incidencia particular en la música.
Al empezar el primer capítulo de su “Informe sobre la Música en el Perú”, el compositor e investigador Enrique Pinilla señala que al iniciarse el siglo XX no existía una tendencia predominante en la música peruana, pero sí brillaban dos nombres de compositores: José María Valle Riestra y Daniel Alomía Robles. En ambos casos recurrían a diversas variantes del romanticismo. El primero fue el autor de “Elegía para orquesta” dedicada a las víctimas de la Guerra del Pacífico, así como de la ópera “Ollanta”. En tanto que el segundo fue autor de la famosa “El Cóndor Pasa”. Estas dos últimas son consideradas obras capitales de la música peruana.
En 1925 aparece en París el libro “La musique des Incas et ses survivances”, investigación sobre la música indígena realizada por los esposos Raoul y Marguerite D’ Harcourt quienes fueron motivados a iniciar la empresa por el carácter particular de “El cóndor Pasa”.
La musicóloga Clara Petrozzi, en su bien documentado trabajo “La Música Orquestal Peruana”, nos da algunas luces sobre aquellos años:
En el período entre guerras, el indigenismo influyó en la política cultural del Estado peruano, que reconoció la existencia legal de las comunidades indígenas en la Constitución de 1920, pero siempre con un afán paternalista de proteger y asimilar a los indígenas a la vida nacional, continuado por la Constitución de 1923. El debate ideológico y las actividades culturales siguieron en expansión gracias a la reflexión teórica y a las necesidades crecientes de algunos sectores de la población. En 1929 se dio la primera ley general sobre patrimonio cultural y se crearon nuevos museos, y en 1930 se estableció el Registro de Especies Arqueológicas. (OEI 2001.)”
El tema indígena estará presente en muchas de las obras de los compositores que se dan a conocer en la década de los 20, a la par de una serie de renovaciones en el ambiente musical, como bien agrega Petrozzi:
En 1929 el profesor Alberto Mejía fundó con otros músicos en Lima el Instituto Bach, importante institución educativa musical que dirigió hasta 1934. Mejía fue Presidente de la Sociedad Orquestal Lima en 1931 y participó en numerosas organizaciones similares, además de conducir grupos orquestales en Radio Nacional y enseñar música y canto en el Colegio Nacional Dos de Mayo, dando preferencia a las obras nacionales. (Raygada 1964, 22.) Otras instituciones musicales importantes de la época eran la Orchestra d’archi dirigida por Virginio Laghi y la Academia Sas-Rosay”.
Coincidiendo también con un florecimiento de la vida cultural, característico del segundo gobierno de Leguía y con grandes animadores como José Carlos Mariátegui y la revista Amauta, a la par de un gran movimiento de poesía de vanguardia y pintura indigenista, se dan a conocer una serie de compositores indigenistas. Muchos de ellos se vincularon a un tardo romanticismo usando melodías folklóricas en obras para piano.
Una de las figuras más notables la constituye el puneño Theodoro Valcárcel, autor del ballet Suray-Surita, en la que adaptó “12 piezas para piano” con el subtítulo “Aires y danzas sobre motivos del folklore de los Inkas del Perú”, publicada en París en 1939.
Sobre este periodo refiere Raúl Romero: “Las tendencias nacionalistas fueron tan impactantes que afectaron también a los compositores que tuvieron una trayectoria más bien universalista”. Entre estos compositores podemos nombrar al chiclayano Ernesto López Mindreau, el Monseñor Pablo Sánchez Aguilar, Alfonso de Silva, los cusqueños Juan de Dios Aguirre, Roberto Ojeda y Baltazar Zegarra, y los arequipeños Carlos Sánchez Málaga, Luis Duncker Lavalle y Roberto Carpio.
La generación del 50
La década de los cuarenta va a estar marcada por dos acontecimientos decisivos. En el contexto del gobierno de Oscar R. Benavides se funda la Orquesta Sinfónica Nacional (1938), y unos años después se funda el Conservatorio Nacional de Música (1946). Dos compositores extranjeros: Andrés Sas (Bélgica) y Rodolfo Holzmann (Austria), serán los encargados de dirigir los rumbos de una nueva generación de compositores que llegan de diversas partes del Perú. A esa nueva generación de compositores se les conocerá como la Generación del 50 y son los encargados de introducir los lenguajes de la vanguardia musical en el Perú.
Enrique Pinilla sería una de las figuras más llamativas de esta nueva etapa, hijo de un cónsul español, poseía una de las colecciones de discos más importantes del país y por tal motivo su casa se convirtió en punto de encuentro de una joven generación de artistas e intelectuales. Allí se hicieron presentes Jorge Eduardo Eielson, Blanca Varela, Javier Sologuren, Fernando De Zsyzlo y músicos como José Malsio, Celso Garrido-Lecca y Enrique Iturriaga. Este último autor de la obra sinfónica: “Canción y muerte de Rolando” (1952) en base a un poema de Jorge Eduardo Eielson, así como “Pregón y Danza” (1952), para piano. Iturriaga viajaría a Francia para continuar sus estudios de especialización y desarrollaría una labor importante en la composición y la docencia. Esa sería una característica que definirá el trabajo de toda esta generación: la gran mayoría de compositores sale del país y es en el exterior que toman contacto con los nuevos lenguajes que estaban entonces revolucionando la música académica.
Celso Garrido-Lecca viaja a Chile donde realiza la composición de obras fundamentales como “Intihuatana” (1967) para cuarteto de cuerdas y “Antaras” (1968) para doble cuarteto de cuerdas. Pinilla viaja a Estados Unidos donde sigue estudios de música electrónica. Pinilla es autor, entre otras, de “Tema y Variaciones sobre un tema pentafónico” para piano (1954) y “Evoluciones 1” (1967).
Por entonces empieza a destacar otra generación más joven integrada por Leopoldo La Rosa, Cesar Bolaños, Francisco Pulgar Vidal, Edgar Valcárcel y Olga Pozzi Escot. La Rosa se convierte en el padre de la música aleatoria en el Perú y realiza conciertos de música de vanguardia con el mismo John Cage, en Italia en 1959. A su regreso a Lima se convierte en el director de la Orquesta Sinfónica Nacional y estrenará diversas obras peruanas, entre ellas, “Andes” (1969) para orquesta, de su autoría. Bolaños y Valcárcel se convierten en figuras del Instituto Di Tella en Buenos Aires, Argentina. Bolaños es el primero en componer una obra electrónica en el laboratorio de dicho centro: “Intensidad y Altura” (1964). Además realiza diversas piezas audiovisuales, entre las que destaca: “Ñacahuasu” (1970) y “Alfa-Omega” (1967) y obras por computación como: ESEPCO I y II. (1970).
Valcárcel alterna el trabajo de creación con el de gestión y funda la Agrupación Nueva Música (1967) que difunde obras de diversos compositores peruanos. En tanto, continúa estudios de música electrónica en Columbia, que dan como resultado obras como “Invención” (1966) y “Canto Coral a Tupac Amaru” (1968). Es autor también de obras orquestales importantes como “Checan II” (1970) y “Responso para un Karabotas” (1973), donde participa la soprano Margarita Ludeña.
Entre tanto Pozzi-Escot viaja a Estados Unidos, donde se convierte en ciudadana americana y es reconocida como una de las más importantes compositoras del siglo XX. Autora de diversas obras como “Sands” (1966) y el “Concierto para piano y Orquesta” (1982).
Otras figuras fundamentales de la Generación del 50 lo constituyen el compositor Armando Guevara Ochoa, Jaime Díaz Orihuela y Luis Antonio Meza. El primero, natural de Cuzco, destaca por su prolija obra marcada por el universo musical andino, entre las que destacan obras sinfónicas como “Kukuli” y “Vilcanota”. Según Enrique Pinilla: “El indigenismo de Guevara Ochoa es la culminación de la escuela de Theodoro Valcárcel, Roberto Carpio y Sánchez Málaga”.
Compositores en los setentas y ochentas
Bautizados como “Los superstars”, por el compositor Celso Garrido-Lecca, la denominada generación del 70 la conforman Luis David Aguilar, Walter Casas, Douglas Tarnawiecki, Aurelio Tello, Isabel Turón y Seiji Asato. A ellos se suma también Alejandro Núñez Allauca, Adolfo Polack y Arturo Ruiz del Pozo. Hay que destacar que fue una generación que se acercó mucho al jazz y a la música de improvisación. Esto se refleja en el trabajo de Alejandro Núñez Allauca como becario en el Instituto Di Tella e integrante del colectivo Música Más. Del mismo modo Luis David Aguilar, Douglas Tarnawiecki y Arturo Ruiz del Pozo, se acercaron a diversas formas de experimentación sonora usando instrumentos nativos y procesos electrónicos. Aguilar compuso diversas obras de cámara y bandas sonoras como: “Hombres de viento” y “Venas de la Tierra”, en las que experimentó con diversas técnicas de estudio. Ruiz del Pozo por su parte es una de las figuras de la composición electrónica peruana y ha legado un álbum indispensable llamado “Composiciones Nativas” (1977).
Dicha generación también tiene como telón de fondo el gobierno nacionalista de Juan Velazco Alvarado, así como el proceso migratorio de la provincia a la capital y la emergencia de un gran movimiento de folklore, cumbia y de nueva canción latinoamericana. Esta última será muy difundida por el compositor Celso Garrido-Lecca, radicado en Chile, quien a su regreso a Lima (1973) instaura los “Talleres de la Canción Popular” que hacen posible la aparición de diversos conjuntos de folklore.
Dos compositores se dan a conocer a fines de los setentas, José Sosaya y José Carlos Campos. Ellos van a marcar la pauta de la nueva generación que se da a conocer en la década siguiente y que se desarrolló en medio de la más dura crisis económica que asoló al país durante el gobierno de Alan García.
Entrada la década del ochenta, la fundación Edubanco publica la “Antología de Música Peruana del Siglo XX”, una serie de discos que permiten dar una mirada panorámica a la música producida hasta entonces. El disco incluye una notable versión de “Ranrahirca”, de Walter Casas, producida por Celso Garrido Lecca, compositor que por esos años publica también la cantata “Kuntur Wachana, donde nacen los Cóndores” (LP) obra que define su período de trabajo con la música popular. Sosaya continuaría sus estudios en Francia, experimentando con la música electrónica. Es autor de una de las obras de cámara imprescindibles del repertorio peruano, como “Ave! Chavin” (1990).
Junto a José Sosaya se dan a conocer diversos compositores como: Edgardo Plascencia, Rafael Junchaya, Gilles Mercier, Fernando Valcárcel, Américo Valencia. La música electrónica será una inquietud de muchos de estos compositores quienes son los encargados de realizar el primer concierto MIDI en el Perú, en 1990. Se realizan además dos importantes conciertos como “Escuche su Siglo” y “Música peruana contemporánea”, que delinean el vanguardismo presente en esta joven generación. José Sosaya además fundará en 1995 un pequeño laboratorio y un taller de música electrónica en el Conservatorio Nacional de Música, donde darán a conocer obras de compositores como Federico Tarazona, Nilo Velarde, Julio Benavides, entre otros.
Federico Tarazona, además de realizar diversas composiciones electroacústica durante su residencia en Francia, se convierte en uno de los mayores intérpretes del charango en nuestro país. Otros compositores de este período son Rajmil Fischman y César Villavicencio, quienes también apuestan por las formas interdisciplinarias, la música electrónica y el uso de controladores de sonido.
El año 2003 es un hito decisivo con la creación del “Festival Internacional de Música Clásica Contemporánea” que organiza el Centro Cultural de España y donde se presentan obras de jóvenes compositores peruanos. Muchos de ellos organizados bajo el nombre de Círculo de Compositores Peruanos (Circomper) realizarán conciertos, reuniones y actividades diversas, en el contexto de una ebullición creativa. Al respecto Clara Petrozzi explica:
La generación de compositores más jóvenes activos en los años ochenta estaba formada por muy pocos músicos, pero ya en el 2008 solamente la lista de interés de Circomper incluía más de ochenta nombres, sin embargo todos no eran compositores. Estas cifras nos dan indicio de un proceso de cambio en la vida musical o en las circunstancias de formación de compositores jóvenes en el sistema de formación profesional. En realidad, ambos factores coincidieron, causando un aumento notable en el número de estudiantes de composición en la década de 1990. Este fenómeno tiene, además, otras causas, ligadas a circunstancias de la política nacional o internacional y a cambios generales en la vida musical y en la práctica de la composición debidas, entre otras cosas, a los cambios tecnológicos.”
Entre los compositores que se dan a conocer iniciado el nuevo siglo XXI se encuentran: Marco Mazzini, Sadiel Cuentas, Trío Color Madera, Alonso Acosta, Carlos Andres Leguía, Jaime Oliver, Jimmy López, Renzo Filinich, Juan Arroyo, entre otros.
Hay que destacar que en aquel contexto se inicia un proceso internacional de revalorización de la tradición a través de miradas retrospectivas y constantes reediciones de discos clásicos. Aquello se va a sentir en nuestro país también con los homenajes que el “Festival de Música Clásica Contemporánea” dedica a figuras de la Generación del 50 como: Celso Garrido Lecca, Armando Guevara Ochoa, César Bolaños, Edgar Valcárcel, Francisco Pulgar Vidal, entre otros. Del mismo modo se realiza la exposición “Resistencias: Primeras Vanguardias Musicales en el Perú”, en el Centro Fundación Telefónica, que da a conocer el trabajo de los compositores de los cincuentas vinculados a la música de vanguardia. Esto va a generar como consecuencia la edición de dos discos imprescindibles “Tensions at the Vanguard: New Music from Perú 1948-1977” y “Cesar Bolaños: Peruvian Electroacustic and Experimental Music (1964-1970)”, ambos aparecidos a través del sello Pogus, de Nueva York. Por otro lado, la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida en la actualidad por Fernando Valcárcel, viene incluyendo en su programación diversas obras peruanas y realiza conciertos dedicados exclusivamente a repasar lo más importante de nuestro legado musical académico del siglo XX.
Los jóvenes compositores peruanos inician un nuevo proceso de diáspora aunque esta vez la conexión con el medio local será mucho más intensa. Así por ejemplo, Jaime Oliver, radicado actualmente en Nueva York y creador del Mano Controlador y el Tambor Silencioso (por el que se le otorgó un premio), organizó el Foro Latinoamericano de Música por Computadora (FLAMUC). Esto permitió dar una mirada (y una oída) a la actividad de música por computadora que se realiza en el Perú, en Latinoamérica y en diversas partes del mundo; lo local y global son un eje en el encuentro. Jaime Oliver inició su trabajo investigando en las sonoridades de las vasijas silbadoras prehispánicas incorporando medios electrónicos, donde destaca “Silbadores II” (2007)
Así también destaca el trabajo de Juan Arroyo, radicado en Francia, compositor que ha desarrollado un lenguaje que relaciona la electrónica y las sonoridades nativas andinas en obras de gran factura como “Suyus” (2011).
Otra de las figuras más representativas de la música académica actual es Jimmy López . Radicado en Berkeley, Jimmy es autor de numerosas obras orquestales, entre las que podemos mencionar “El señor de los Aires” y “Perú Negro”. En una reciente entrevista declaró Jimmy López:
Es cierto que existe una percepción de que la música contemporánea es difícil para el público, pero éste es un problema que no se limita al público ya que inclusive muchos músicos peruanos no tienen interés en tocar obras contemporáneas. La música, para mantenerse viva, tiene que seguir creándose. Actualmente las salas de concierto son museos. Siempre es fascinante visitar un museo, pero también tiene que haber un ala contemporánea. Se necesita tener un Conservatorio Nacional de Música y una Escuela Nacional de Folklore con una infraestructura similar a la del Gran Teatro Nacional. Se necesita integrar o por lo menos establecer canales de comunicación entre el conservatorio y la Orquesta Sinfónica Nacional. Se necesita tener un plan educativo de aquí a 30 años independientemente de quien esté gobernando y que integre también otros géneros musicales como el Jazz y la música popular, además de la música clásica y el folclor peruano”.
Queda mucho trabajo por realizar en pro de una mayor difusión de la música peruana contemporánea. Por lo pronto el trabajo de Fernando Valcárcel al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional, la realización de conciertos del Festival de Música Clásica Contemporánea, la gestión de Miguel Harth Bedoya en el exterior, y la difusión de nuestra música a través de radios culturales, como Radio Filarmonía, son algunas de las iniciativas que apuestan por destacar la relevancia que tiene la música y sus actores en el escenario cultural nacional.
Bibliografía
PINILLA, Enrique. La Música en el Perú. Edición del Patronato Popular y Porvenir Pro Música Clásica, 1988.
PINILLA, Enrique. Informe sobre la música en el Perú.
PETROZZI, Clara. Identidades en la diversidad, La Música Orquestal Peruana de 1945 a 2005. Tesis doctoral presentada a la Universidad de Helsinki, 2009
TELLO, Aurelio. Nuevos compositores en el Perú. En Revista Hueso Húmero, Nº 18. 1984
ALVARADO, Luis. Tensiones de la Vanguardia: nueva música en el Perú (1948-1977). En revista Hueso Húmero, Nº 60. Editorial Mosca Azul, 2013.
ROMERO, Raúl. Nacionalismos y Antiindigenismos, Rodolfo Holzmann y su aporte a una música peruana. En revista Hueso Húmero, Nº 43. Editorial Mosca Azul, 2002.
Artículo recopilado por Luis Alvarado.
Luis Alvarado (Lima, 1980). Curador e investigador independiente de amplia trayectoria. Poeta y artista visual. Responsable del proyecto de archivo de música electrónica y experimental peruana Sonoteca, del Centro Fundación Telefónica. Conductor y productor del espacio radial, Cazar Truenos en Radio Filarmonía. Miembro del equipo organizador del festival INTEGRACIONES de música experimental latinoamericana, que se realiza en Lima. Ha dirigido el documental: “Ruido Vulgar: extremos sonoros en Lima”, sobre el noise y música experimental. Colabora en diversos medios especializados sobre música y fonografía.