Este jueves 6 de febrero la Orquesta Sinfónica Nacional dará inicio a su temporada anual con el concierto “Música en el ombligo del mundo: Cusco”, dedicado íntegramente a la música cusqueña. El concierto será dirigido por Theo Tupayachi, director artístico de la Orquesta Sinfónica del Cusco, con quien conversamos principalmente sobre el desarrollo de la música académica en el Cusco, y en general sobre la importancia de la ciudad imperial para la historia de la música en el Perú e Hispanoamérica.
Por Luis José Roncagliolo, para el Boletín de la Orquesta Sinfónica Nacional del Perú.
El cronista Martín de Murúa llegó a decir que incluso “cuando el Inca se lavaba los cabellos, se hacían grandes fiestas…”. Afirmación de seguro exagerada, pero que en general hace referencia a la gran proliferación de festividades que hubo en el Tahuantinsuyo, ocasiones además propicias para la actividad musical. Es de suponerse que todo ese movimiento musical sería particularmente intenso y de alto nivel en la capital del imperio, el Cusco.
Hay muchas crónicas que dan cuenta de la magnitud de la importancia de la música en el Cusco prehispánico; a mí particularmente me llama la atención las referencias que da el Inca Garcilaso de la Vega en Los Comentarios Reales, especialmente cuando relata la celebración del Inti Raymi; se dice que miles de músicos y danzarines venían de todas partes del Tahuantinsuyo a rendir culto al Dios sol, el “Inti”. Es curioso notar por ejemplo que, los “pututeros” -tocadores de “pututos” (spondylus)– permanecen intactos en su tradición hasta hoy, y aún podemos escucharlos cada 24 de junio (actual Inti Raymi) en el Qorikancha y Sacsayhuamán, tocando de la misma forma que lo hacían hace varios siglos atrás, en grandes “tropas”, creando una atmósfera sonora microtonal que estremece a quien lo escuche.
Pasando a la siguiente etapa histórica, ¿se puede decir que el Cusco llegó a convertirse en uno de los principales centros musicales de la Hispanoamérica colonial?
En general, el Cusco siempre fue una ciudad importante para el arte. En pintura por ejemplo se reconoce a la Escuela Cusqueña, que tiene en Diego Quispe Tito a su mayor representante. En Cusco se hacían pinturas casi de manera industrial, que se repartían a todas las ciudades del antiguo virreinato. Todas las Iglesias tenían sus maestros de Capilla, orquestas, coros, se enseñaba canto llano a los “naturales”. Algo que nos puede dar noción de la magnitud de la práctica musical es que en los libros de cuenta de la época se registran la existencia de varias cofradías que agrupaban a distintos gremios de músicos que vivían en la ciudad. También se registran pagos por la composición de obras polifónicas, contratos a músicos, cantores, maestros de capilla, importación y manufactura de órganos, etc.
Por otro lado, hay que recordar que el período colonial duró casi trescientos años, mucho más de lo que hemos alcanzado hasta hoy como república, de manera que en ese largo tiempo el desarrollo de las artes en la ciudad no fue lineal. Hubo épocas con una mayor apertura al sincretismo, como en los primeros años, en donde se crean obras polifónicas en quechua como el reconocido Hanaq pachap cussicuinin. Pero también hubo períodos caracterizados por prohibiciones y restricciones. También es importante entender que la música era muy diferente en la Catedral del Cusco y en zonas rurales. Por ejemplo, en las casi quinientas obras que figuran en el actual catálogo del Archivo de San Antonio Abad (que es el más grande repositorio de la música barroca cusqueña) vemos que no hay ni una sola obra en quechua, ni tampoco obras instrumentales: toda esa música es polifónica y vocal, y está al servicio de los oficios de la iglesia. Pero además hay que saber que toda esta abundante actividad musical desapareció casi en forma abrupta luego de que se produjera la independencia y que la Iglesia dejara de financiar la producción artística.
Los descubrimientos pioneros sobre la pentafonía andina realizados por los cusqueños José Castro y Leandro Alviña fueron referidos por Carlos Raygada como “clarinada impresionante” y “expresión inusitada, reveladora de un mundo desconocido”. Quizá se ha perdido de vista esa gran sensación que suscitaron estos hallazgos en los músicos peruanos y también latinoamericanos del momento, algo que dio a Cusco nuevamente el carácter de epicentro musical.
Sucede que en general, los primeros trabajos de investigación musical de Castro y Alviña -que datan de finales del siglo XIX y principios del siglo XX- coinciden con los primeros acercamientos a nivel mundial hacia una musicología comparada, que más tarde será denominada como etnomusicología. Si miramos para atrás, por ejemplo, desde la antropología, a través del estructuralismo de Claude Lévi-Strauss, seguramente veremos que son estudios muy pobres y básicos; pero en aquel tiempo fueron estudios innovadores y aún guardan mucho valor documental e histórico; además, todos estos trabajos pioneros, contribuyeron a una nueva reflexión sobre el arte peruano del siglo XX.
Cusco es una ciudad que, como pocas en el Perú, ha albergado durante su historia tanto una tradición musical popular y tradicional, como también académica. Pero fuera de la ciudad, se suele desconocer actualmente que ha existido incluso una escuela regional de compositores cusqueños, principalmente vinculados al Indigenismo. ¿Cuán amplio y vital fue ese movimiento?
Fue muy amplio y vital, pero su importancia no radica tanto en el aporte técnico o musical, sino más bien en su propuesta estética. Musicalmente, sólo son melodías inspiradas en la música tradicional cusqueña de aquel entonces, en algunos casos son transcripciones armonizadas de forma tonal y eventualmente orquestadas para formaciones de cámara. Sin embargo su planteamiento estético es novedoso; en mi opinión, ese acercamiento estético a la música “incaica” que buscaban estos estudiosos y compositores cusqueños, fue una respuesta a nuevas reflexiones sobre la peruanidad que se dieron a consecuencia de la Guerra del Pacífico. Luego que se pierde una guerra, la sociedad se cuestiona muchos conceptos; en nuestro caso, en el Cusco, hubo una suerte de “mirar hacia adentro”, ver lo que somos en esencia, rescatar nuestro pasado, reafirmar nuestra cultura, buscar un nuevo concepto de nación diferente al pensamiento de la sociedad capitalina en Lima. En aquel tiempo, ver por ejemplo a Clorinda Matto de Turner organizando representaciones de teatro en quechua -como el drama Ollantay– en salones de la aristocracia conservadora cusqueña, con acompañamiento de música “incaica” con piano y violines, debió de ser sin duda una propuesta estética original.
A la par, la ciudad en su historia republicana iba alcanzando la madurez musical a través de la formación de diversas instituciones a lo largo del siglo XX. ¿Cómo se fue dando ese proceso?
Todo ello surge básicamente con el nacimiento de una élite intelectual en el Cusco; y como ya lo señalé antes, todo cambio o innovación en el arte emerge a partir de algún hecho o cambio social trascendental. En mi opinión el nacimiento de una clase intelectual en el Cusco surge a raíz de la primera Reforma Universitaria en 1909 en el Cusco, un movimiento estudiantil primigenio en el Perú, que rompió con un sistema educativo universitario que poco había cambiado desde tiempos coloniales. Destacan personalidades como Luis E. Valcárcel y José Uriel García; todos ellos, con nuevas ideas sobre política, arte y sociedad. Ellos se relacionaron con artistas como Francisco González Gamarra, Martín Chambi o Mariano Fuentes Lira, y fueron parte de una institución denominada Instituto Americano de Arte -que aún hoy existe- y que en su tiempo actuó como un ministerio de educación o cultura: tenía la capacidad de normar y crear instituciones culturales, y su aporte fue sin duda fundamental para entender el desarrollo de las artes del siglo XX en el Cusco. En parte, es gracias a ellos que se crean instituciones como la Escuela de Bellas Artes, la Escuela Regional de Música o el Centro Qosqo de Arte Nativo.
¿Se puede decir que tanto esa vital actividad compositiva como institucional sentó las bases para el surgimiento de una figura como la de Armando Guevara Ochoa?
Armando Guevara Ochoa es el punto más alto de esta corriente estética. El mismo Guevara Ochoa reconocía a Ojeda y a Pillco como los grandes maestros de su niñez, los que lo acercaron a la tradición musical cusqueña. Por supuesto, su música es mucho más elaborada y lograda que sus predecesores. Yo no diría que Guevara Ochoa es indigenista, más bien clasificaría su música como un expresionismo indigenista. Guevara Ochoa tuvo acceso a una formación sólida y privilegiada, entre sus maestros figuran nombres como George Enescu o Nadia Boulanger. Tal vez sea el compositor peruano académico que más se ha interpretado en el mundo. Guevara Ochoa fue un gran violinista, pedagogo, director, compositor. Fue reconocido como “Amauta” y fue el primer peruano en ser declarado “Patrimonio Cultural Vivo de la Nación”. Sin duda es el músico más importante del Cusco del siglo XX.
¿Qué más podrías agregar sobre los compositores cusqueños programados para el concierto con la OSN este jueves? Algunos todavía poco conocidos en Lima como David Rozas Aragón, compositor contemporáneo a Guevara Ochoa.
El caso de compositores como Roberto Ojeda, Baltazar Zegarra o recientemente David Rozas es sumamente interesante, ya que ellos son tal vez compositores más reconocidos en el ámbito de la música popular que en la música académica. Muchas agrupaciones folclóricas y estudiantinas aún siguen interpretando sus obras. Es curioso notar además que las nuevas generaciones de cusqueños conozcan muy bien obras como Inti Raymi de Ojeda, Punchaynikipi de Zegarra o Munay Sipas de Rozas, ya que son melodías recurrentes en celebraciones, desfiles, fiestas patronales, etc.; sin embargo, probablemente desconozcan a los compositores o incluso atribuyan estas obras al folclor. Como director de la Orquesta Sinfónica del Cusco es algo que me interesa reafirmar: el cusqueño debe saber que somos una de las pocas ciudades en el Perú que además de un rico bagaje de música tradicional y folclórica, también tenemos una “escuela” propia de música académica cusqueña.
¿Qué nos podrías comentar acerca de la actividad musical del Cusco en la actualidad?
Durante las últimas décadas del siglo XX hubo un gran letargo en la actividad musical académica en el Cusco, pero a partir del 2009, año en que se crea la Orquesta Sinfónica del Cusco, ha habido un inusitado interés, tanto por la música clásica universal como por la música cusqueña y peruana en general. Actualmente hay varias instituciones dedicadas a la enseñanza musical y se han creado varias orquestas universitarias, escolares, juveniles, agrupaciones corales, etc. Lo que más me llama la atención es el público, en su mayoría niños y jóvenes que acuden a los conciertos; esto es en parte por la intensa agenda de conciertos didácticos y educativos que la Orquesta Sinfónica del Cusco realiza en colegios.
¿Cuál es el estado actual del acervo documental de los compositores cusqueños?
Considero que la Antología de la Música Cusqueña: siglos XIX–XX es aún el libro más importante, ya que reúne en sus casi 700 páginas las obras de los más importantes compositores de la música cusqueña de estos períodos, escritas en un formato simple y práctico para piano. Actualmente, la Orquesta Sinfónica del Cusco también tiene un gran archivo de música sinfónica cusqueña que está además en permanente aumento, ya que hemos digitalizado, transcrito y orquestado muchas obras. Pero también hay una iniciativa muy importante que lidera el Ministerio de Cultura, que es la creación de la Fonoteca Cusco, que será un archivo sonoro completo de la región. Por supuesto hace falta mejores registros, publicaciones de partituras y grabaciones de obras, especialmente de los nuevos compositores.
Nota biográfica del entrevistador
Luis José Roncagliolo (Huacho, 1982). Bibliotecólogo y músico. Cursó la carrera de Ciencias de la Información en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha realizado estudios musicales de manera independiente (violonchelo, con César Pacheco; composición, con José Quezada Macchiavello, Pablo Sandoval, José Sosaya y Miguel Oblitas), y participado en diversos cursos y talleres: Musicología (Alfonso Padilla, Conservatorio Nacional de Música), Música Electroacústica (Gilles Mercier, Conservatorio de Lima), Teoría y técnicas de música por computadora (Jaime Oliver, MAC) Música Concreta (Nicolás Drweski, Casa Ida), Música Antigua (Les Chemins du Baroque; Sergio Portilla, Taller de Música Antigua del Conservatorio Nacional de Música) así como en diversas ediciones del Taller de Composición de Luca Belcastro (Germinac.Cciones). Ha estrenado obras en el marco del Festival Prismas (Germinac.Cciones), Festival Internacional de Música Contemporánea de Lima, La Trenza Sonora, Café y Concierto (GTN), Clásicos del Lunes (Teatro Municipal), entre otros.
Actualmente se desempeña como Archivero-Copista en la Orquesta Sinfónica Nacional del Perú, desde donde viene impulsando proyectos como la digitalización y acceso abierto a los documentos archivísticos de la orquesta a través del Repositorio Institucional del MINCU, la creación y dirección del Boletín de la OSN, la recuperación y recopilación del acervo documental producido por la orquesta -o vinculado a ella-, la sistematización de los datos históricos de la orquesta, y finalmente una investigación sobre la historia del elenco.