Nuestra herencia pictórica ancestral principalmente se encuentra representada en la cerámica y en los textiles, generalmente con un carácter mágico religioso o como símbolos de poder, aquella herencia es una representación mayoritariamente abstracta- geométrica, en algunos casos de una policromía y abstracción de un altísimo nivel
Por Marcelo Zeballos (*)
La herencia pictórica en el Perú se remonta a las representaciones rupestres como las encontradas en las cuevas de Toquepala en el departamento de Tacna y Lauricocha en departamento de Huánuco con una antigüedad aproximada de 10.000 años, sus representaciones suponen un sentido animista para propiciar la caza, en estas se representan camélidos heridos, escenas rituales de caza y se usaron colores como el rojo, amarillo, verde y negro. La pintura en el periodo prehispánico se encuentra representada en la cerámica y en los textiles, generalmente con un carácter mágico – religioso o como símbolos de poder, la herencia que recibimos se centra en una representación mayoritariamente abstracta – geométrica, en algunos casos de solo dos colores el rojo ocre y el crema como la cerámica Moche y en otros como la cerámica y la textilería Nasca que lleva la policromía y la abstracción a su nivel máximo; en el periodo Inca se mantiene el uso de la abstracción geométrica pero con sobriedad cromática, donde los motivos originales no son fáciles de identificar. Desde los primeras años del virreinato a mediados del s. XVI llegan pintores españoles que constituyen sus talleres en la reciente Lima, en estos espacios los aprendices locales conocen las técnicas del óleo y el grabado sin embargo los pintores llegados no significaban la mejor expresión artística de la época, no fue hasta la llegada de los maestros italianos, fomentada por la Compañía de Jesús, que se experimenta un auge significativo en la representación pictórica, tanto en la capital del virreinato como en otras ciudades andinas; los maestros Bernardo Bitti (1548 – 1610), Mateo Pérez de Alesio (1547 – 1606), Angelino Medoro (1567 – 1633) son representantes del estilo de la contra maniera y sus motivos habituales fueron santos y vírgenes con el característico alargamiento de los cuerpos, este fue un estilo al servicio de la propaganda religiosa, La importante labor estilística realizada por estos maestros será continuada por sus abundantes discípulos en diferentes ciudades de América del sur, hasta mediados del s. XVII aproximadamente. Posteriormente llega el estilo naturalista con una serie de lienzos enviados desde Europa como los de Vicente Carducho (1578–1638) y una nueva generación de pintores naturalistas españoles, que usaba a modelos vivos para sus representaciones con carácter tenebrista, se registra a Diego de la Puente, Antonio Mermejo y Leonardo Jaramillo, el naturalismo en el Cusco está representado por el artista Lázaro Pardo de Lago. El Barroco se consolida encontrando tierra fértil en toda la región andina, se caracterizó en la pintura por su densidad ornamental, la expresividad de los personajes, agitado movimiento, uso moderado del claroscuro y buscaba sensibilizar al público, destacan en la Escuela de Lima Francisco de Escobar (en actividad 1649 – 1676), Pedro Fernández de Noriega, Diego de Águila (1619 – 1676) y el esclavo Andrés de Liévana; pintores coloniales, criollos, mestizos o indígenas, comenzaron a seleccionar y discriminar ciertos elementos pictóricos respondiendo a una necesidad estética local, ya en la primera mitad del s. XVIII el auge de la pintura limeña empieza a decaer mientras los maestros cusqueños consolidaban la llamada Escuela Cusqueña con una alta carga mestiza, el brocateado resulta uno de sus aportes más distintivos y Diego Quispe Tito (1611 – 1681) se convertiría en el principal exponente de esta escuela, su obra muestra su inclinación por la pintura flamenca de la que toma su espíritu religioso, místico, abigarrado e introduce el paisaje idealizado serrano con colores vibrantes. Hacia finales del s. XVIII la pintura limeña renace y una nueva tradición pictórica se va imponiendo, el retrato. La pintura deja de ser privilegio de la iglesia y surgen nuevos compradores civiles y de la corte, los artistas José del Pozo (1757 – 1830) y Matías Maestro (1766 – 18) son reconocidos como defensores del “buen gusto” identificado con el estilo Neoclásico en oposición al rococó y al churrigueresco, este estilo surge como consecuencia de las corrientes ilustradas, la representación visual, liberada del mandato religioso y motivada por el empirismo de la ilustrada despiertan un interés por el entorno inmediato, iniciando de esta manera la pintura costumbrista que se desarrollará durante todo el XIX y parte del XX, las acuarelas compiladas por el obispo Baltasar Jaime Martínez Compañón durante su visita a la diócesis de Trujillo entre 1780 y 1785 son el punto de partida de la pintura como imagen descriptiva. El principal retratista del periodo de transición de la colonia y la república fue el mulato José Gil de Castro (1785 – 1840) recordado entre otras obras por el retrato a José Olaya. Iniciada la republica luego de la proclamación de la independencia, el orden artístico colonial se mantuvo hasta mediados s. XIX a pesar de eso la obra de Ignacio Merino (1817 – 1876) primer pintor peruano formado en Europa y Francisco Fierro (1807 – 1879) afianzaron el interés costumbrista de la pintura en busca de la representación del país, recién a mediados del siglo empieza a vislumbrarse cambios significativos en la pintura, sobre todo en los centros urbanos, en este periodo surge otra generación de pintores como Francisco Laso (1823 – 1869), Luis Montero (1826 – 1869), Juan de Dios Ingunza (1824 – 1867), Francisco Masías (1828 – 1894), Federico Torrico (1830 – 1879), todos provenientes de la clase media y alta, formados en la tradición académica europea. Con ellos se va afianzando la visión del artista como creador independiente. (1) El pintor y crítico de arte Teófilo Castillo (1857 – 1922) formado en Europa muestra claramente la influencia de Fortuny en su obra; Castillo sensibilizado por la problemática del arte en el Perú desarrolla una campaña periodística a favor de un arte independiente y nacional, para esto consideraba fundamental la creación de una Escuela de Arte patrocinada por el gobierno. En 1918 el gobierno civilista del presidente Pardo funda la Escuela de Bellas Artes y nombra como primer director al pintor Daniel Hernández con formación Europea neoacadémica y desvinculado a la historia reciente del país. José Sabogal (1888 – 1856) tras algunos años en Argentina y unos meses en Cusco retorna a Lima y realiza su exposición “Impresiones del Ccoscco” tras el éxito de esta exposición fue nombrado profesor de pintura de la ENBA en 1920 de la que se convertiría en el segundo director en 1932, Sabogal desarrolló temas de costumbres y paisajes peruanos, su estilo estuvo marcado por pinceladas sueltas, colores vivos, composición vigorosa y una cierta crudeza técnica; lideró la corriente llamada indigenista junto a Camilo Blas, Julia Codesido, Enrique Camino Brent y Teresa Carvallo, este fue el primer intento colectivo de crear un arte nacional. Hubieron otros pintores interesados en un arte nacional que no formaban parte del grupo se Sabogal como Ricardo Flores, Jorge Vinatea Reinoso (1900-1931), Alejandro González Trujillo (Apu-Rimak) y en Cajamarca dominó la figura de Mario Urteaga (1875-1957).(2) Entre los años 1932 – 1942 surgen algunas propuestas independientes frente al predominio indigenista como el postcubista de Carlos Quízpez Asín (1900-1983), Macedonio de la Torre (1893-1982) (3) y la surrealista del pintor y poeta César Moro (1903-1956). El próximo cambio estilístico en la pintura peruana lo generaría el pintor Ricardo Grau (1907 – 1970) quien retorna a Lima en 1937 convirtiéndose en el primer representante de la pintura moderna Europea en Latinoamérica, se interesó en el surrealismo y sobre todo en la abstracción donde el color es el principal elemento expresivo, posteriormente se convertirá en el cuarto director de la ENBA en 1945 hasta el 1949. En esta década es importante destacar el trabajo de Sérvulo Gutiérrez (1914 – 1961) con una pintura de construcción rigurosa que se irá desmantelando con el tiempo para dar paso a la violenta clave expresionista.(4) La identificación de algunos artistas y arquitectos peruanos con el arte moderno y abstracto se ve clarificada en las ideas postuladas en el manifiesto del grupo Espacio hacia 1947, así surge la generación de artistas modernos como: Jorge Eduardo Eielson (1924 – 2006), Eduardo Moll, Benjamín Moncloa (n. 1927), Emilio Rodríguez Larraín (n. 1928) y Fernando de Szyszlo, este último se convertiría en el protagonista de la abstracción en el Perú. En la segunda mitad del siglo se busca generar una vanguardia propia y son los movimientos del Op art y el Pop art los que destacaran con artistas como: Regina Aprijaskis (n. 1921), Luis Arias Vera (n. 1932), Jesús Ruiz Durand (n. 1940), Rafael Hastings (n. 1942) y Luis Zevallos Hetzel (n. 1933) entre otros. Entre 1979 y 1990 surge el paradigma de lo popular en la representación visual basado en la trasformación urbana de Lima por el fenómeno migratorio, el contexto del gobierno militar fue propició, se fomenta un arte que llegue a un mayor público, es así que surge el Taller Huayco EPS liderado por el artista Francisco Mariotti y experimentaron con técnicas de producción industrial como la serigrafía abriendo las puertas a una amplia diversidad de tópicos que aun sigue influyendo el arte peruano. Referencias 1. Colecciones Mali Fuentes: Luis Eduardo Wuffarden
MARCELO ZEVALLOS Egresado de la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes del Perú ENSABAP en la Especialidad de Pintura (1999). En la actualidad alterna el trabajo artístico con la docencia en arte y diseño, su exploración artística se desenvuelve en medios muy variados como la instalación, intervenciones en espacio público, performance, pintura, objetos, etc. Es miembro fundador del colectivo de arte C.H.O.L.O. cuya propuesta desarrolla el arte comunitario.Contacto: marcelozevallos74@gmail.comProyecto: http://nuevapieldelevangelio.
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