La joven investigadora y arquitecta Sarah Yrivarren Valverde es autora del artículo “El genius loci del metal en Lima”, incluido en el libro Música y sociedad en el Perú contemporáneo (PUCP, 2016), editado por el sociólogo, musicólogo e investigador peruano Raúl Renato Romero. El artículo de Yrribaren describe el surgimiento y las manifestaciones del rock metal en Perú a partir de la década de 1980, y busca comprender el espíritu que unifica a la escena ‘metalera’ en conciertos realizados en locales pequeños y no en conciertos masivos llevados a cabo en estadios o teatros. En esta entrevista, Yrrivarren nos cuenta sobre los hallazgos de su investigación en el marco de la publicación del libro y su valiosa contribución a los estudios sobre la música popular en el contexto peruano.
¿Cómo y en qué contexto surge tú interés por el rock metal en el Perú?
Yo desde siempre he escuchado rock mucho más que otros géneros. Entré al punk, post-punk y metal en la adolescencia y siempre en un ámbito muy global, es decir en muchos idiomas. Lo típico acá es escuchar música en español o inglés, pero en casa a mi madre le gusta mucho el francés, venía y me decía “encontré este grupo que creo que te puede gustar más a ti”. Por mi parte, me gusta mucho el japonés, el alemán, y el esperanto así que encontraba música en esos idiomas además del español e inglés que llegan más fácil. Hasta que un día, hablando con un amigo, me dijo “si quieres escuchar metal, genial, pero también deberías escuchar lo que se produce por acá” y entendí que tenía razón, que es importante saber que bandas buenas aparecen más cerca. No se trataba solo de recibir lo bueno de fuera sino de apoyar lo bueno de dentro también. Empecé a buscar música más local y comencé a adentrarme en la historia del punk y metal peruano, desde los subtes o antes con los Saicos. Entender cómo funciona la movida local, el apoyo a las bandas, los conciertos, y descubrir que acá también se hace buena música solo que el apoyo no es suficiente. Antes se grababan demos con audios malísimos o los conciertos eran en locales demasiado decadentes con lo que gran parte de un público potencial, como mi yo de aquellas épocas, perdía total interés por comprar un cassette o CD y más aún ir a escuchar a las bandas en vivo.
El negocio de la música acá no solo es difícil por la falta de productoras y estaciones de radio que generen un buen sonido y una buena difusión, sino también por las propias ideologías de los músicos aferrados al arte que no se vende o al artista que no entra al sistema. Fue un descubrimiento muy interesante y un conflicto que aún intento entender, pero saber al menos que la materia prima y la motivación existen, fue un primer paso importante.
¿Cuáles son los principales hallazgos de tu investigación y cuál es la importancia que le atribuyes para la historia de la música popular contemporánea y para la historia peruana social reciente?
Si te preguntas: ¿en qué puede aportar una arquitecta urbanista a la historia de la música peruana? suena a que no hay ningún punto de conexión pero eso es lo más interesante, que todas las ramas están inter-conectadas. Yo trabajo el lado espacial de la experiencia musical. Más allá del espacio físico, estructural o infraestructural de un bar o un espacio de conciertos, el espacio social es mucho más enriquecedor. Es decir el ambiente que se configura por medio de las personas. Personas afines, todos rockeros, todos metaleros, todos punks, etc. En este artículo me concentré en los metaleros. Entonces aparecen variables como temas de género (que desde mi punto de vista como mujer también es un caso muy particular ya que siempre se habla poco de las mujeres en el metal), temas de proximidad, el alcohol, la acústica, etc. que se enriquecen en una ciudad con tantas carencias. Al existir pocos locales, muchos nos conocemos entre nosotros, frecuentamos a los mismos lugares, nos vestimos de manera similar y escuchamos la misma música, entonces el “colectivo” o “hermandad” o como los antropólogos lo llamarían, “comunidad emocional” ya configura un espacio más allá de la arquitectura misma de un bar que más bien puede simplemente ser una casa adaptada o un restaurante modificado.
Es por eso que mi trabajo no profundiza tanto en los estilos de música ni en la arquitectura o la ubicación en la ciudad, sino en las vivencias que la música genera en el momento culmen de la música: el concierto. Así como otros investigadores se dedican a los comportamientos y representaciones en conciertos de estilos que podrían considerarse más “peruanos” como la chicha, la cumbia o el huayno, en estos tiempos posmodernos de globalización y redes sociales, ya no podemos decir que el rock o el metal sean menos peruanos. Ya todo es fusión, todo llega a Perú y todo sale del Perú. Todo es de todos. Y si se produce rock y metal en Perú, debe dárseles un espacio de igual importancia en la música peruana contemporánea.
¿Qué aportes consideras que realiza el libro Música popular y sociedad en el Perú contemporáneo a los estudios sobre la música peruana?
Creo que es uno de los primeros libros en el Perú, que dice abiertamente y casi a gritos, que la música popular peruana no es solo huayno, música criolla o ritmos afro, sino que también lo popular y contemporáneo que pueden resultar el hip-hop, el punk, el metal, el jazz, la electrónica, incluso la balada y tantos otros géneros, ha llegado del extranjero no solo para quedarse sino para generar y producir. De ahí también salieron fusiones como la chicha y la tecno-cumbia, por ejemplo. Tenemos que considerar que esas escenas también están produciendo música en el Perú y por tanto es música peruana. Además, este libro no es de música ni de sociología, es del Instituto de Etnomusicología que se ha esforzado por celebrar sus treinta años con este proyecto, buscado autores de muy distintas ramas, como yo que soy arquitecta, los otros, antropólogos, historiadores, y demás, no necesariamente todos músicos, para ampliar el enfoque del estudio de la música contemporánea tan ignorada en el país en general, viéndola no solo por el lado artístico o performativo sino desde la historia, el espacio, la industria, etc. Es decir, vincular, como dice el titulo del libro, música y sociedad. En medio de todo el sistema autogestionario que manejan los músicos en el Perú, se está escribiendo una historia que, ante la dejadez de las emisoras de radio y productoras, es importante registrar.