Simone Mello – Ensayo de Simone Mello .

Breves y introductorios comentarios alrededor del estreno de la obra teatral

“Mínima Alicia – Un Encuentro entre Realidad y Maravilla”.

 

Cuzco, 27/02/2025

                   ¡De la Literatura Inglesa al Teatro Cusqueño!

 

Un libro con 160 años de historia, traducido a un centenar de idiomas – con adaptaciones para radio, televisión, teatro, danza, cine, juegos y hasta videojuegos.

Un matemático inglés, con alma de escritor.

Una niña, cansada de estar sentada a la orilla de un río, preguntándose:

 

—¿Estamos en Nueva Zelanda o en Australia?

—¡No! ¡Estamos en el País de las Maravillas! —responde el director teatral Aníbal Zamora.

!Wow!!! ¿Dónde será eso? quizá se pregunte algún lector.

¿Y de qué sirve un libro sin dibujos ni diálogos? —interrumpe la niña nuevamente.

¿Y de qué sirve un escenario sin actores ni público? —lanza al azar el director.

 

Ciertamente, esta niña no es cualquiera, y tampoco se refería al famoso libro del escritor inglés, quien componía diálogos acompañados de tiernas y divertidas ilustraciones de Sir John Tenniel (1820-1914). Pero antes de esparcir más recuerdos y arriesgar respuestas, volvamos en el tiempo…

¿Podrá una fotografía del pasado activar antiguas y nuevas constelaciones?

Lewis Carroll (1832-1898) y Alicia Liddell (1852-1934)

       De Oxford a Cusco: Una Constelación de Tiempos, Espacios y Personajes!

 

Nos situamos en Inglaterra, en 1855, más precisamente en Oxford, un refugio de intelectuales, reuniones y fiestas frecuentadas por familias glamorosas, amigas de la realeza. Pocos sabían entonces que Charles Lutwidge Dodgson (1832-1898), dácono anglicano, fotógrafo, lógico y profesor de matemáticas en Christ Church, también era Lewis Carroll – célebre literato inglés, pero humano, demasiado humano…sufría de ligera sordera y tartamudeo, lo que afectó sus relaciones sociales durante toda su vida.

En el otro extremo de esta constelación y de la fotografía esta aquella que inspiró el personaje principal de los libros de Carroll: Alicia Pleasance Liddell (1852-1934), hija de Henry Liddell, que tenía entonces cuatro años, cuando su padre, fue nombrado decano de Christ Church y llegó con su familia a Oxford.

Así fue como el cosmos dispuso el encuentro entre el escritor, que entonces tenía 24 años, y la pequeña musa.

¿Hablamos de Alicia en el País de las Maravillas o Alicia a Través del Espejo?

Si citamos estas obras de la tradición infantil británica ahora, es porque ellas inspiran – o al menos parecen susurrar reminiscencias que enmarcan o disparan ejes creativos en el montaje que está por estrenar.

 

¡Mínima Alicia! – Un Umbral entre Mundos

 

Imagínate, apreciado lector, reencontrarte con Alicia en las vueltas de sus 90 años de vida?

No, no estamos en Nueva Zelanda, Australia, Inglaterra ni Oxford, sino en Cusco.

El 27 y 28 de febrero de 2025, ven a la Casa del Té “La Esencia” y juntos atravesaremos la tenue línea entre realidad y maravilla. Escucharás un diálogo entre silencios e insospechados juegos dramatúrgicos, oscilando entre lógica y delirio, espanto y lo familiar.

Recordemos la cita del historiador del arte, Ernst Gombrich (1909-2001):

 

“El arte es para maravillar !!!”

 

Lewis Carroll lo sabía. Y también lo sabe Santiago Antúnez de Mayolo, quien propuso a Aníbal Zamora dirigir esta condensada trama reminiscente. Mínima Alicia es un umbral entre mundos. Para quienes creen que el teatro debe tener alguna utilidad, en Mínima Alicia encontrarán fórmulas escénicas para recordar y actualizar. Con solo dos actores, Teresa Lastarria como Alicia y Lucho Castro como Carroll, nos encontramos frente a la sabiduría escénica del cuerpo vivido. La dramaturgia de Mayolo destila un diálogo surrealista, sugiere un enlace de personajes de los libros de Carroll, que, aunque ausentes en su guión, no dejan de pasear como espectros en nuestra imaginación.

Recordemos un pasaje que Lewis Carroll escribió sobre Alicia:

 

Y Alicia comenzó a hablar otra vez:

—“Abajo, abajo, abajo… No había otra cosa que hacer. Esta debe ser la distancia, pero me pregunto a qué latitud o longitud habré llegado”.

Alicia no tenía la menor idea de lo que era la latitud ni la longitud, pero le pareció bien decir unas palabras tan bonitas e impresionantes.

Teresa Lastarria como Alicia y Lucho Castro como Carroll

 

Aníbal Zamora con Teresa Lastarria.

 

                               Persiguiendo al Conejo Blanco: El arte de lo mínimo

 

Si vamos al teatro a ver la obra, quizá empaticemos con Alicia, quien, tras salir de casa, se encuentra perdida en un bosque, persiguiendo a un raro Conejo, cayendo en un agujero que la lleva por caminos laberínticos llenos de encuentros insospechados. Donde luego aparece un Gato que, de tiempos en tiempos, desaparece, sin responder lo que Alicia insiste en investigar:

— ¿Hay algún lugar donde no haya locos?

Que reflexiones saltan de la cartola del Conejo y de la sonrisa del Gato? Qué quieren decir, y a dónde vamos con eso? Para intentar responder vamos a Mínima Alicia: una obra de microteatro. Una reivindicación poética. Tal como los cuentos de Carroll, Mayolo y Zamora nos conducen por intrincados senderos: Si nos levantamos y caminamos al teatro, es mejor tomar el ejemplo de Alicia que tratando de capturar la atención del Conejo Blanco inviste sobre él preguntas y más preguntas. Si llegamos a contemplar esta obra de resistencia y presencia, es apropiado dejarnos perder un poco. ¡Ésa es la magia del teatro: apagar y encender luces, recordar y hacer olvidar, inquietar y nos hacer desplegar los pies de la realidad rumbo a las alturas, todo para abrir una brecha que nos indica que el teatro es un camino para encontrarnos!

El experimentado director, sabiendo que el público es como el Gato Cheshire: afilado y exigente, propone un dispositivo escénico minimalista. Cuanto menos se tiene, más se imagina. Pero atención: decir que hay menos no es decir que hay poco. Para poner en escena una obra es necesario cultivar el espíritu de trabajo en equipo – esta “mínima” y encantadora producción cusqueña, ha contado hasta ahora con un círculo restringido de gestores que desde su modesto alcance ofrecen compañía y apoyo. Estamos hablando de Alfredo Warton y Armando Aguayo.

A lo que agregaría una intuición: la primera es encarar de frente las angustias y afrontar las penurias de hacer teatro en estas tierras andinas y la reincidente escasez de apoyo institucional al teatro en esta tierra, es el mismo director. Tal como Alicia, él no para de indagar y indignarse, buscando caminos posibles a la presentificación de los sueños en la realidad. ¿Estará loco? Por supuesto que no, en sus venas teatreras, corre el sangre latino y azul de los nobles de espíritu que siguen luchando por mejores condiciones para esta arte ancestral, aún tan marginada. Su desafío pasa por permitir que su público, los actores y él mismo, puedan experimentar un giro anacrónico y poético que sostiene una risa enigmática y nos hace sospechar que todos están felizmente embriagados de la locura que implica el acto teatral. Mestizo hasta la médula, Zamora traza su trayectoria en un cruce de culturas y técnicas. Itinerante, viaja entre Perú, Inglaterra, Escocia y Argentina, entretejiendo teatro, danza, circo y performance. Confabula prácticas, recoge huellas y escena montajes por donde va viviendo. En esta oportunidad, con mínimos elementos, gestos condensados y un diálogo cargado de metáforas, dirige una obra que acompaña a quienes envejecen con reflexión y humor. Mínima Alicia, nos recuerda que hay que seguir con la risa!

Interpretada por esta dupla de históricos teatristas del “ombligo del mundo”, nos deja con la icónica sonrisa del Gato de Cheshire: un testigo de lo efímero, una resistencia al olvido. Comparte también una urgente reflexión sobre la corrida frenética del tiempo que impone sus ritmos, cadencias y límites entre vida y muerte. La dupla de actores asume las inquietudes que atraviesan temas como la soledad, la amistad, el envejecer, el abandono, la memoria. Sus cuerpos  encarnan un momento increíble de vitalidad, oficiado por sus vidas dedicadas al arte de la poiesis. Construcción permanente de una memoria que hace viva en voces y las palabras pronunciadas con firmeza por Teresa y Lucho, que nos maravillan. Como director Zamora está envuelto en estos ejes desafiadores que lo inpulsan a  buscar formas de escenificar esta hazaña en un tiempo y contexto muy distinto al del escritor inglés. ¡Bravo por este equipo! Bravo por estas dosis de locura que hacen del teatro un espacio para celebrar el Encuentro entre Realidad y Maravilla. ¡Y bravo por quienes asistan!

 

 “¡Vamos! ¡De nada sirve llorar de esta manera!”,

 se dijo Alicia a sí misma.

Alicia y el Gato Cheshire – Foto de David Geoffroy

 

 

Simone Mello – Bailarina, investigadora de danza contemporánea y butoh. Doctoranda en el Programa de Postgrado en Artes Escénicas de la Universidad de São Paulo – USP. Línea de Investigación: Corporeidades, memorias y Representaciones escénicas contemporáneas.

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