La Embajada de Italia, el Ministerio de Cultura, el Istituto Italiano di Cultura y el Museo de Arte Italiano luego de la exitosa muestra “Futurismo y velocidad” que mereció el Premio Luces del diario El Comercio a la mejor exposición internacional del año en la categoría “Artes visuales” presentará desde este miércoles 28 de marzo la exposición “La calle como galería. Afiches italianos 1899 – 1969” en el Museo de Arte Italiano (Av. Paseo de la República 250, Lima) en el horario de 10 a 5 p.m. La muestra se prolongará hasta el 10 de junio. El ingreso es libre.
La muestra está integrada por 55 piezas provenientes de distintas colecciones italianas y articuladas por el reconocido curador Maurizio Scudiero. Será la primera vez llegue al Perú una selección de carteles publicitarios originales que fueron creados por destacados artistas italianos a pedido de las empresas o de la promoción turística de las diversas regiones de Italia.
El cartel fue usado, durante largo tiempo, como un medio informativo, pero después de la Revolución Industrial y del uso de la técnica de la litografía, el cartel a colores invadió los medios artísticos y adquirió mayor relevancia a fines del siglo XIX. Se podrán apreciar obras de los más importantes ilustradores italianos de la época: Gino Boccasile, Adalberto Campagnoli, Leonetto Cappiello, Fortunato Depero, Marcello Dudovich, Federico Seneca, Filippo Romoli, y Armando Testa, entre otros. En el conjunto, se trata de un testimonio fidedigno de la eficacia del connubio entre arte y publicidad, en un formato simple y que los ciudadanos podían encontrar en la calle, transformada así en una especial y vivaz “galería para todos”.
Respecto a este proceso que se fue dando a lo largo de casi 70 años, el curador Maurizio Scudiero asegura: “El gran diseñador de carteles Marcello Dudovich, por años intérprete destacado y casi desencantado de ese bello mundo conocido por el nombre de Belle Époque, al inicio de las hostilidades era además colaborador de la revista satírica Simplicissimus, que se publicaba en Múnich, pero rápidamente prefirió interrumpir su labor para retornar a Italia sin poder soportar más el ver sus trabajos al lado de otros que se burlaban y ofendían su país”.
Líneas más abajo afirma el mismo Scudiero: “Desde inicios de la posguerra e incluso al estallar la Segunda Guerra Mundial, se percibió, en cambio, una diferencia específica -entre cada país- de estilo y tendencia, que era también el reflejo de la situación sociocultural vivida. No obstante, también se notó una suerte de voluntad creativa que al final convergió en aquello que comúnmente se define como el estilo de los años 20 (o de los 30) o, como es llamado en Italia, el “estilo del Ventenio”. La tendencia preponderante fue el uso de una objetividad funcional de la imagen o -si se quiere- de una voluntad de racionalizar, de tensar, de sintetizar las composiciones para volverlas más claras y de inmediata legibilidad. Para lograr este objetivo, los artistas se basaron en las experiencias precedentes, las más variadas: desde el geometrismo de la Secesión vienesa a los encendidos colores del “japonesismo”, del Art Nouveau a los impulsos dinámicos y a la subversión de la ortogonalidad de los futuristas”.
Sobre el periodo anterior a la Segunda Guerra Mundial el curador nos dice: “Respecto de la estilística de los años previos a la guerra, lo que ofrece la producción que va de 1915 a 1940 es un gran crisol de estilos y sugerencias que precisamente se inspiran e interactúan con las corrientes de investigación artísticas de esos años. Es por este motivo que solo los más dúctiles entre los artistas gráficos de antes de la guerra supieron permanecer activos en el curso de los años del Ventenio. En concreto, sólo aquellos que lograron convertirse en “intérpretes” del producto, evitando por ello las adhesiones unívocas, tanto estilísticas como ideológicas, usando a su favor, incluso con irreverencia, postulados tomados en préstamo de áreas de investigación que a veces, entre ellas, mantenían un profundo contraste conceptual”.
Y continúa: “Con el segundo conflicto mundial, el cartel inició una nueva temporada de asfixiante propaganda, de proclamas y de exaltadas invitaciones al enrolamiento. En seguida, en la posguerra, apareció nuevamente la campaña por el préstamo de la reconstrucción, y por ello, finalmente, la publicidad volvió a apropiarse de los muros porque la recuperación pasaba también por el consumo, pese a que aún existiera el hambre…
Finalmente concluye: “Sin embargo, Gino Boccasile, después de los carteles de propaganda del período bélico, se recicló convirtiéndose en uno de los artistas más demandados. Entre 1947 y 1952, año de su muerte, realizó decenas y decenas de carteles sobre los temas más diversos. A menudo supo romper los límites del “sentido del pudor”, desencadenando las iras de los mojigatos en la Italia de la Guerra Fría, dividida entre los secuaces de la Madonna pellegrina y los “comunistas come-niños”… Emblemático fue el caso de su cartel para la empresa Paglieri que representa a una mujer con el seno descubierto que fue después censurada con un velo (como ya había ocurrido a los personajes desnudos pintados por Michelangelo en la Capilla Sixtina). Boccasile diseñó también un ícono del cartel turístico de montaña, la “mujer verde”, sonriente, con lentes de sol, sentada sobre las nieves del Sestriere y tampoco desdeñó al mundo infantil como lo demuestran los afiches con los niños gritones que desean el Formaggino Mio o las galletas Pavesini”.