UNA JOVEN SALE DE SU CASA A LAS 5 DE LA MAÑANA para empezar un nuevo día. Aún está oscuro. Se dirige a su escuela de teatro, en el centro de Lima. Tiene clases de actuación a las 8 y debe salir con mucho tiempo de anticipación, porque vive muy lejos de ahí y no quiere que la sorprenda ningún contratiempo, ningún imprevisto – que nunca falta -, ni mucho menos el agitado tráfico de la ciudad.
UN GRUPO DE TEATRO INDEPENDIENTE realiza una gira por diferentes provincias del país. Lo impulsa su convicción de creer en lo que hacen: llevar a ciudades y pueblos una muestra de su trabajo. En uno de ellos descubren que hace por lo menos 40 años no se ha presentado una sola obra de teatro, ni en sus colegios, ni en sus parroquias o plazas. No recuerdan tampoco cómo era compartir con sus niños la alegría que les traía el teatro.
UNA MUJER DE TEATRO viaja con sus dos hijas pequeñas, en transporte público, de Lima a Lomas de Carabayllo todas las semanas. Son dos horas de ida y otras dos de regreso. Viene desarrollando un “proyecto escuela” con los niños de allí, con miras a transformar la vida de esas personas, de esa comunidad, a través del teatro y del arte. Con mucho esfuerzo puede ver que ya hay logros concretos y, lo más importante, siente que empieza a generarse un cambio. La comunidad entera ha visto a sus niños crecer y hacerse jóvenes seguros, creativos y llenos de proyectos y sueños, es el resultado del poder transformador del teatro y del arte. Por eso, no importa transitar el largo camino: Sus sueños se van haciendo realidad.
Estos aislados esfuerzos son solo ejemplos del inmenso empuje, fuerza y convicción que tiene nuestra gente de teatro. Su vocación tiene un motor interno que los impulsa día a día y es más fuerte que la aparente razón, esa razón que puede gritar: ¿Por qué dedicarse a una profesión que, por lo general, en nuestra realidad no es rentable, que suele ser poco valorada y tiene tan poca oferta de trabajo? ¿Por qué dedicarse a una profesión a la cual el propio Estado da la espalda y en la que muchas veces, la indiferencia y olvido, llena de tristeza a nuestros más grandes y valiosos teatristas?
Porque en nuestro complejo país, no curado aún de tantas heridas, tan fragmentado y contradictorio, nuestro teatro tiene la fuerza y la potencia que nos permite rebelarnos ante la pasividad y condescendencia, para mirarnos como sociedad una y otra vez, para reconocernos y valorarnos en nuestra identidad y, en nuestras diferencias, para hablar de nosotros y de lo que nos pasa, de nuestra memoria, de lo que significa ahora ser peruano, latinoamericano, ciudadano del siglo XXI.
Y, precisamente, ser ciudadano del siglo XXI es cargar con mucho. Nuestra civilización corre cada vez más furiosamente hacia el abismo en este siglo, empujado por un sistema devorador e inmisericorde que nos prepara y uniforma para seguir las reglas de un modelo donde la apariencia y la posesión son el pilar, en el que las estructuras están fundamentadas en lo que tienes y no en lo que eres, en el que ser diferente no forma parte del juego, y por ello se queda fuera. En ese contexto, el teatro se convierte entonces en un refugio, en un canal poderoso de expresión, comunicación y rebeldía.
Quizás sea ésa la razón por la que en un día como hoy, cuando nos saludamos por el Día Mundial del Teatro, surge en nuestras miradas, en nuestros rostros, una complicidad misteriosa. Y es que sabemos que estamos hechos de lo mismo. Eso es lo que nos une: conocer el poder transformador que tiene el teatro. Que no se trata solo de ser idealistas, sino de hacer aterrizar nuestros sueños. De aprender de otros profesionales y darle a nuestro teatro lo que se merece.
Lo que nos une es nuestra sensibilidad ante nuestra realidad, nuestra gente y nuestra memoria. Es nuestra fuerza para actuar y realizar, antes de quejarnos y vencernos por la apatía y el desgano.
Lo que nos une es saber que en cada lugar del país, desde la gran Lima hasta la más pequeña comunidad, habrá siempre un ensayo, un estreno, unos aplausos fervorosos. Día a día, noche a noche, entrega a entrega, surge y se renueva nuestra convicción y nuestro amor por el teatro, por este arte generoso que tanto hace por nosotros y por el que debemos de seguir haciendo mucho, todos los días, siempre.
¡Feliz Día del Teatro!
[Mensaje por el Día Mundial del Teatro 2014]
Jorge Villanueva Bustíos
Fuente: ITI UNESCO PERU