Testimonio sobre Jorge Acuña Paredes
Por: Renzo Pugliesi Acevedo
Conocí a Jorge Acuña en el bar Queirolo el año 2002. Esa noche deambulaba por Quilca después de haber escuchado una teleconferencia deslumbrante del poeta Jorge Eduardo Eielson. Luego de las presentaciones mutuas nos sentamos en una mesa con un grupo de amigos muy cercanos y estuvimos conversando durante horas sobre un sinnúmero de temas cada uno más interesante que el otro: el amor, la poesía, la locura, el arte y su estrecha relación con la vida. Los temas iban tejiéndose uno con otro y el hilo conductor era la fantasía y la imaginación de Jorge. Quedé deslumbrado esa noche por la gran capacidad de Jorge de encontrarle poesía a los hechos cotidianos de la vida.
En las continuas conversaciones que sostuvimos posteriormente quedé maravillado por ese ángel creador capaz de sacarle chispas o voltearle las tuercas a las historias que nos suceden todos los días hasta convertirlas en ríos luminosos que viajan en nuestra imaginación y se van enriqueciendo con la savia del tiempo. “El hombre es un actor desde que nace”, me decía entonces Jorge. El drama es inseparable de nuestro tiempo, vivimos representando papeles desde que salimos del vientre materno hasta que volvemos a integrarnos con el Universo en otra dimensión. Invadimos el espacio y el tiempo y lo volvemos una prolongación de la identidad con nuestra voz y nuestro cuerpo.
La amistad y la confianza brindada por Jorge me permitió adentrarme en un ser humano con una gran apertura y un acercamiento vital total hacia el arte. Comprendí gracias a él, que el arte no es un privilegio de un sector académico sino que nace del pueblo y debe volver a él para nutrirse de sus sueños y anhelos más íntimos. A medida que fui conociendo mejor a Jorge pude entender la importancia y el significado de su labor teatral en las calles y plazas del Perú. Jorge Acuña Paredes, actor y mimo peruano, salió por primera vez a la Plaza San Martín el 22 de noviembre de 1968. Gracias a su labor, la plaza pública, aquella donde deambulan los transeúntes, los oficinistas, los canillitas, y una gama infinita de personas se convirtió desde entonces en un escenario, el teatro volvía a sus fuentes originales, acercándose a ese “microscopio de mil ojos” donde confluyen los hombres y las mujeres para decidir su futuro. Jorge no rehuyó a ese público para el cual durante 12 años trazó dentro de un círculo de tiza en la Plaza San Martín un mundo que eliminaba las distancias entre el actor y sus espectadores. Se abría así un teatro social que llegaba al corazón del pueblo en un nuevo espacio dedicado a la experimentación: había nacido el teatro de la calle en el Perú
El teatro es una disciplina muy bella que nos permite conocer al hombre y la mujer en sus distintas facetas, obligándonos a mirar más allá de las máscaras y a descubrir la complejidad que esconden las huellas del tiempo en los rostros. El arte de Jorge Acuña, la pantomima, como él mismo nos lo recuerda en sus presentaciones, es un arte muy antiguo que nos obliga a cuestionar quiénes somos y a mirarnos de frente en el espejo. Desde el inicio de los tiempos nos hemos comunicado con nuestro cuerpo y lo hemos utilizado para inventar música, ya sean ritmos o melodías, o para inventar las herramientas que nos han permitido moldear el mundo de la técnica y la industria. Sin embargo, a veces parecemos olvidarnos que ese mismo cuerpo tiene inherente a su ser un lenguaje que comunica tanto o más que las palabras. Como lo ha mostrado Jorge con sus actuaciones, el cuerpo también grita, salta, se agita, nos permite ingresar a nuevas dimensiones y logra recrear mundos. Ahora bien, si logramos que ese cuerpo dibuje figuras plásticas, y entre en sintonía con la imaginación y la fantasía, lo que surge es un acto increíble. En un espacio de uno o dos metros cuadrados un actor de mimo puede recorrer el Sahara o atravesar la lluvia, inventar mariposas con la punta de sus dedos, abrir puertas y ventanas, construir objetos imaginarios, en suma: crear la plenitud donde antes existía el vacío. Y es en ese espacio en el que se mueve Jorge Acuña como un mago, alguien que inventa y habita las ficciones que crea con su cuerpo pero también con su voz.
Vivimos en un mundo donde las historias nos vienen dictadas, empaquetadas como latas de sardinas que tienen los valores calóricos indispensables como para sobrellevar el hambre y sobrevivir. Similares imágenes, voces, cuerpos y rostros predominan, se repiten y retransmiten día y noche en las noticias, programas de televisión o anuncios publicitarios. Nos hemos olvidado que las historias alguna vez fueron nuestras y se contaban en las plazas, los juglares iban de pueblo en pueblo recreando las viejas tradiciones pero también recogiendo nuevas versiones de las chanzas y los cantos. Jorge Acuña, narrador oral, lleva años fantaseando, su imaginación es poderosa. Y es que el artista como él lo describe “no solamente es un hombre, es una organización poderosa”, su voz resuena y se expande. Su arte nos recuerda, la importancia de la imaginación y la fantasía como un elemento liberador en la vida de los hombres.
Jorge Acuña viaja constantemente, vive viajando. Entre Estocolmo y Lima, va y viene, salta de un hemisferio al otro, persiguiendo el verano. Su viaje no es sólo físico, es mental. Jorge nos hace viajar con su cuerpo y su voz. Ha venido viajando desde que partió de su natal Iquitos y después de un largo periplo llegó a la capital, Lima. Jorge Acuña, entonces un chiquillo, un migrante, un hombre de la selva, siguió viajando cuando estudió teatro en la Escuela Nacional de Arte Dramático. Viajó cuando interpretó a distintos personajes del teatro clásico. Pero su viaje hacia la semilla fue quizás cuando recorrió las comunidades de Ayacucho con sus alumnos de Teatro de la Universidad San Cristóbal de Huamanga. Y su viaje hacia el fruto recobrado, empezó en la plaza San Martín. Jorge sigue su periplo, reconoce ahora con los años, que las historias también vuelan de un lado a otro como él. Las historias migran de boca en boca, de cuerpo en cuerpo. Sus historias lo han acompañado en sus travesías y son parte de su vida. El movimiento de estas historias ha sido largo, no lo duden, pero siempre hay un buen puerto en donde pueden encallar, un auditorio expectante, nuevas sangres e imaginaciones dispuestas a escucharlo. Jorge Acuña, actor peruano de 84 años, sigue viajando, pero sus viajes son ahora elípticos, pues él desde hace algunos años vuelve al Perú continuamente buscando reencontrarse con ese público que lo siguió de a pie y lo reconoció como uno de los suyos. No está solo en sus viajes, cada vez que lo vemos en el escenario su imaginación nos hace alzar el vuelo junto a él. El teatro es comunión. La imaginación genera la comunión más poderosa, capaz de invadir las calles y las plazas, capaz de todo en su búsqueda de lograr la reflexión y el entendimiento entre los hombres. Jorge Acuña dibuja nuevamente un círculo de tiza en la acera y se pinta el rostro: La función ha empezado.
(FOTO DE RENZO)
Renzo Pugliesi Acevedo (Lima, 8 de abril de 1980). Antropólogo graduado de la PUCP (2005) y escritor. Recientemente ha realizado una maestría en Políticas Públicas gracias a una beca completa otorgada por la Unión Europea. Como antropólogo ha trabajado para el Instituto Nacional de Cultura y posteriormente para el Ministerio de Cultura del Perú. Ha editado el libro: Las voces de los pueblos a la vera del Qhapaq Ñan, volumen I: Piura, Cajamarca, Amazonas y La Libertad (2011). Ha coordinado un proyecto etnográfico en la provincia de Luya Amazonas dedicado a recopilar danzas y músicas de aves, cuyo fruto final ha sido la publicación: Danzan las aves: Música, fiestas y rituales de Luya (2012), que incluye un DVD y 3 CDs compilatorios. Como escritor ha publicado el libro: El Club de la Jirafa (2006), que él considera su primera chanfainita literaria.