La producción de películas de ficción en Perú se inicia en 1913 con Negocio al Agua. Desde entonces a la actualidad, la existencia de un fenómeno microempresarial de producción audiovisual local, protagonizado por realizadores de formación autodidacta, y denominado por algunos críticos como Cine Regional, marca un hito sin precedentes en el país. Hasta el momento existen alrededor de 110 largometrajes de ficción en soportes distintos al celuloide (video analógico, video digital), producidos desde las diversas regiones del país como: Ayacucho, Puno, Huancayo, Cusco, Andahuaylas, Arequipa, Trujillo y Loreto.
Por Julio César Vega Entre 1935 y 1940 se estrenan Resaca de Alberto Santana, Barco sin Rumbo de Sigifredo Salas y otros 20 largometrajes por lo general protagonizados por estrellas de la radio y el teatro. Dice el crítico e historiador del cine peruano, Isaac León, “Este periodo de relativo auge, está provocado, más que por los esfuerzos precedentes, por una circunstancia principal que lo explica: la popularidad de varias figuras de la radio (medio absolutamente popularizado por ese entonces): cantantes criollos y actores de radioteatro. Es el requerimiento de darle cuerpo a estas voces populares lo que se materializa en la producción de Amauta Films…Así, pues, el cine comercializa el éxito radial y a la luz de sus consumidores se proyecta, al menos inicialmente, como un complemento y prolongación audiovisual de la practica radial…” La presencia de la productora Amauta Films, empresa fundada por Felipe y Washington Varela La Rosa, se expresa en sus 14 películas de ficción realizadas entre 1937 y 1940, la mayoría de ellas comedias y melodramas. A través de un trabajo artesanal de equipo, se quiso perfilar un cine de acogida popular. Se logró afianzar un sistema de producción que fue aceptado por el espectador y que dibujó el perfil de una sociedad en crisis. Esta época fue seguida por una década con muy pocos estrenos debido a motivos de índole mundial. Fue el documental el primer intento de exhibición cinematográfica en Perú, aún así el boom mundial del género de la ficción ganó gran demanda inmediatamente en el país, a pesar de los recursos escasos y que los dueños de cines (entonces también productores) se rehusaran a invertir, considerando que los productos recién llegados de Estados Unidos competían con buen sonido y calidad de imagen. En el Perú, como en otros países, el nacimiento y desarrollo de producción cinematográfica del género de ficción abrió una vía hacia la comprensión de los procesos culturales, los conflictos emocionales, conceptuales, los miedos y las alegrías de las comunidades donde se producían y exhibían. Hito importante en la historia de la producción de cine nacional fue el periodo iniciado a partir de la Ley Nº 19327 de Promoción a la Industria Cinematográfica promulgada en 1972, durante el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado. Como consecuencia de esta Ley se generó una etapa productiva de cortometrajes y que sirvió principalmente de semillero de profesionales cinematográficos que en las siguientes décadas destacarían como actores, directores, productores entre otros. Algunos de los realizadores que se cimentaron a partir de este periodo fueron: Lombardi, Tamayo, Durant, García, entre otros. En el lapso de 20 años, con el amparo de esta ley, la producción de largometrajes fue de sesenta filmes y alrededor de mil cortometrajes. Durante los años ochenta, el Perú vivía una aguda crisis económica y política, la violencia desatada en las calles por Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) agudizaron el panorama. Los apagones eléctricos y cochebombas en espacios públicos se hicieron cotidianos. Se fue modificando entonces el consumo cultural de los grandes sectores populares quienes sostenían la vida de las salas de barrio y de estreno. A nivel global la industria cinematográfica también presentaba cambios sustanciales en el consumo audiovisual en el hogar. El resultado de esto fue el abandono de las grandes salas como sistema principal de vínculo con el gran público. En la mayoría de casos, a finales de la década, lo que hasta entonces fueron las “catedrales del cine” pronto terminaron convirtiéndose en centros comerciales, mercados o iglesias evangélicas. A pesar del contexto adverso la producción del cine peruano en ficción obtuvo un enorme interés del público nacional y en algunos casos cosechó premios internacionales. Así lo demuestra la presencia de taquilleras cintas como “Gregorio” (1985) y “Juliana” (1982) del colectivo cinematográfico Grupo Chaski, “La fuga del chacal” (1987) de Augusto Tamayo, “Misión en los Andes” (1987) de Lucho Llosa, “La ciudad y los perros” (1985) y “La boca del lobo” (1988) de Francisco Lombardi y “Túpac Amaru” (1987) de Federico García. En la actualidad, los grandes avances en la tecnología han trastocado la producción y exhibición tradicional. La presencia del formato digital en el Perú abrió posibilidades de un nuevo camino a la comunicación alternativa. En esta misma línea Armando Robles Godoy, uno de los más emblemáticos directores nacionales, desarrolló su último proyecto, Imposible amor, considerada la primera película de ficción realizada en el Perú en formato digital. La premisa del director fue demostrar que lo digital es una alternativa de realización para un país con demasiadas dificultades de financiamiento cinematográfico. La película no fue estrenada en salas comerciales, “estamos sometidos al monopolio de facto” declaró el autor refiriéndose a las políticas de exhibición de las salas en Lima, con lo cual también marcó una agenda de reflexión y acción al sector audiovisual nacional. Es necesario destacar la presencia, en premios y festivales internacionales, de películas peruanas realizadas por directores menores de cuarenta años en esta última década. Ejemplos son: “Contracorriente” (2010) de Javier Fuentes-León con 50 premios internacionales, “Días de Santiago” (2004) de Josué Méndez con 37 premios en 20 festivales, “La Teta Asustada” (2009) de Claudia Llosa ganadora del Oso de Oro en el Festival Internacional de Cine de Berlín y “Octubre” (2010) de Daniel y Diego Vega película ganadora del Premio del Jurado de la sección “Una cierta mirada” en el Festival de Cannes. Todos estos indicadores expresan el buen momento que atraviesa la creatividad de los jóvenes directores y su propuesta fílmica en el escenario internacional; sin embargo, es necesario resaltar la urgencia de una política de difusión y distribución del cine peruano para el disfrute y goce del público nacional. El Ministerio de Cultura está comprometido en el proceso de desarrollo de todo el sector audiovisual. Es resaltable además en este último periodo, la existencia de un fenómeno microempresarial de producción audiovisual local, protagonizado por realizadores de formación autodidacta, y denominado por algunos críticos como Cine Regional. Hasta el momento existen alrededor de 110 largometrajes de ficción en soportes distintos al celuloide (video analógico, video digital), producidos desde las diversas regiones del país como: Ayacucho, Puno, Huancayo, Cusco, Andahuaylas, Arequipa, Trujillo y Loreto. Es un proceso aún en consolidación, tanto técnica como narrativa, de lenguaje propio. Sus contenidos no han logrado desmarcarse aún de los ejemplos de la narrativa del cine comercial. En la mayoría de casos apelan a emociones como el terror a lo sobrenatural, al melodrama, a la acción policial y la comedia de situaciones. Un componente también presente en la mayoría de contenidos es la expresión de identidades culturales locales como mitos, leyendas, fiestas patronales, costumbres regionales o personajes reconocibles en la comunidad. Otro aspecto resaltable es la gestión cultural innovadora que van experimentando los productores a través de originales fórmulas de distribución, promoción y mercadeo, participando en ferias y de manera itinerante en diferentes pueblos, buscando aliados en las radios locales, realizando canjes, etc. Además, a falta de salas de exhibición o teatros, los productores locales van generando espacios alternativos para el cine como estadios, auditorios universitarios, centros comunales, colegios, patios de viejas casonas coloniales o volviendo a los viejos cines (pedidos ahora en préstamo a las iglesias) y acondicionados para la ocasión especial con proyectores multimedia, lectores de DVD y económicos sistemas de audio. Toda una serie de soluciones que necesita ser sistematizada para contribuir como propuestas de política de apoyo cultural local.
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